¿Es ahora el momento de consolidar la lucha contra el cambio climático?
Durante estos últimos meses, hemos podido comprobar cómo han bajado los índices de contaminación drásticamente, los cielos vuelven a ser azules, la naturaleza ha vuelto a la vida e incluso los sismólogos han notado que la Tierra está vibrando menos. Le hemos dado un buen descanso a nuestro planeta azul.
Desde febrero, los satélites de la NASA han detectado caídas de entre el 20% y el 30% de las emisiones de dióxido de nitrógeno en algunas regiones de países muy golpeados por el COVID-19, como Italia, China y Estados Unidos.
Sin embargo, estas mejoras han sido a costa de la salud de las personas y el parón de la economía, lo cual hace plantearnos que no se está trabajando lo suficiente por paliar el problema del cambio climático a nivel institucional, personal y empresarial. De nada sirve que ahora tengamos buenos índices medioambientales si el ser humano no ve aún las ventajas de darle un respiro a nuestro planeta, de invertir en iniciativas verdes, de apostar por la economía circular y por los negocios sostenibles y de la necesidad de cambiar nuestros hábitos de producción y consumo.
Según el Instituto de Oceanografía Scripps de la Universidad de San Diego en EE.UU, para lograr una disminución notable en las cantidades de CO2 en la atmósfera, se debería alcanzar una reducción sostenida del 10% a nivel global en el uso de combustibles fósiles durante un año. Y es que ya hay datos que fundamentan este cambio. Un nuevo informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena) publicado a principios de junio revela que “las energías limpias son cada vez más baratas, más que cualquier tecnología basada en combustibles fósiles. En promedio, la capacidad nueva de solar fotovoltaica y eólica terrestre resulta más barata que mantener en funcionamiento muchas plantas de carbón existentes, y los resultados de las subastas indican que esta tendencia se está acelerando, lo que refuerza los argumentos que defienden el abandono total del carbón”.
Algunas ciudades como París ya han comenzado iniciativas a favor del medio ambiente como la construcción de 650 kilómetros de “ciclovías corona” y Milán ha anunciado un ambicioso plan para reducir el uso de automóviles y priorizar a los peatones y ciclistas. Asimismo, en España, se han peatonalizado numerosas vías para multiplicar los espacios abiertos accesibles para los peatones.
Tras la COP-25 celebrada en Madrid el pasado diciembre, el 2020 debía ser un año decisivo para las iniciativas contra el cambio climático. Sin embargo, el ciclón de la pandemia del COVID-19 ha hecho que la próxima cumbre se retrase, así como los planes e iniciativas vinculados con el clima y el cambio climático. Sin embargo, la conciencia ciudadana sobre este tema hace que ya no haya vuelta atrás. La sociedad, y sobre todo los jóvenes, demandan más interés por parte de los gobiernos y empresas, y pretenden ser una nueva generación verde, que proteja su planeta.
Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas está el “garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”. Esa escasez de recursos hídricos, junto con la mala calidad del agua y el saneamiento inadecuado repercuten en la seguridad alimentaria, los medios de subsistencia y la oportunidad de educación para las familias pobres en todo el mundo. Entre las iniciativas para conseguir este objetivo, se encuentran proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, ampliar la cooperación internacional y el apoyo prestado a los países en desarrollo para programas relativos al agua y el saneamiento, y potenciar la captación de agua, la desalinización, el uso eficiente de los recursos hídricos, el tratamiento de aguas residuales, el reciclado y las tecnologías de reutilización.
Por su lado, la agencia de salud de la ONU, con el apoyo de millones de trabajadores sanitarios publicaron en mayo de 2020 un manifiesto con los pasos a seguir para una recuperación verde y saludable tras la pandemia:
- Proteger y preservar la fuente de la salud humana: la naturaleza
- Invertir en servicios esenciales, desde agua y saneamiento hasta energía limpia en instalaciones sanitarias
- Asegurar una transición energética rápida y saludable
- Promover sistemas alimentarios saludables y sostenibles
- Construir ciudades saludables y habitables
- Dejar de usar el dinero público para financiar la contaminación
Como podemos ver, el agua está en todas las agendas e iniciativas relacionadas con las metas medioambientales. Pero la realidad es que estamos acabando con las reservas de agua dulce de todo el planeta, contribuyendo poco o nada a la búsqueda de nuevas alternativas de agua no convencional que permitan preservar nuestras fuentes naturales. La inversión en nuevas y modernas infraestructuras de agua es alta, pero los beneficios a corto, medio y largo plazo son innumerables, no solo para el ciudadano o la industria que tiene una necesidad real de agua, sino para el medio ambiente.
Y es que el agua es un aliado en la lucha contra el cambio climático. Soluciones como la desalación y la reutilización suponen una alternativa segura para producir agua de calidad y, además, contribuyen a preservar los recursos potables y mantener las reservas para futuras generaciones.
Los más críticos con la desalación siempre han incidido sobre su gran consumo energético. Pero este problema está resuelto actualmente con la tecnología de ósmosis inversa, la cual ha disminuido su consumo energético drásticamente. Si además combinamos esta tecnología con la producción de energía renovable fotovoltaica y los actuales precios de mercado, no solo estamos ante una clara opción sostenible que permite reducciones importantes de las tarifas del agua, sino que además permite la producción neutra de emisiones.
En cuanto a la reutilización, ésta empieza a ser un elemento más en la gestión de los planes de agua, pudiendo sustituir muchos usos que hasta la fecha se hacían con agua potable. Superadas las barreras tecnológicas que garantizan de forma clara la calidad y salubridad del agua con la eliminación de patógenos, color y olor, y su adecuado monitoreo de forma continuada, ya no existe ninguna excusa para no utilizar el agua residual tratada en usos agrícolas, urbanos o industriales.
Tanto es así, que durante estos últimos meses se han producido avances importantísimos en el entorno de la Unión Europea. El pasado mayo, la Comisión aprobaba la nueva Regulación sobre la Reutilización de Agua. La nueva ley define por primera vez requisitos mínimos a nivel europeo para que el agua regenerada se utilice para fines agrícolas de forma segura, protegiendo a las personas y al medio ambiente.
Esta nueva normativa tiene por objeto garantizar un uso más amplio de las aguas residuales tratadas con el fin de preservar las masas de agua dulce y las aguas subterráneas. El descenso de los niveles de las aguas subterráneas, en particular debido al riego agrícola, pero también al uso industrial y al desarrollo urbano, es una de las principales amenazas para los recursos hídricos de la Unión Europea.
Simona Bonafè (S&D, Italia), responsable de la tramitación parlamentaria del texto legislativo señalaba “se podrán reutilizar potencialmente 6.600 millones de metros cúbicos de agua para 2025, en comparación con los actuales 1.100 millones de metros cúbicos por año. Esto requerirá una inversión de menos de 700 millones de euros y nos permitirá reutilizar más de la mitad del volumen actual de agua procedente de las plantas de tratamiento de aguas teóricamente disponibles para el regadío, evitando más de un 5% de extracción directa de las masas de agua y aguas subterráneas”
Por tanto, llegamos a la conclusión de que el agua es clave para seguir luchando contra el cambio climático y sus nefastas consecuencias en el planeta. Invertir en proyectos de agua innovadores, sobre todo en aquellas regiones con escasez del recurso, es vital para asegurar el abastecimiento de agua y alimentos, el desarrollo económico y el entorno natural.
Pero a veces los presupuestos de los gobiernos no establecen partidas para mejorar o ampliar las infraestructuras de agua renovables, sin embargo, cuentan con la experiencia y la liquidez de las empresas privadas, dispuestas a invertir y ayudar en este sentido. Es necesario un cambio de mentalidad por parte de las instituciones, para que dejen entrar a la financiación privada y así poder cubrir las necesidades reales de agua de su población y tejido industrial.
La obsolescencia y el déficit de gestión de las infraestructuras de agua provocan decenas de miles de averías y cortes en el suministro al año, incluso en países muy desarrollados como Estados Unidos. La colaboración pública-privada ayudaría a movilizar los recursos necesarios, transfiriendo los riesgos y el conocimiento tecnológico a empresas expertas en la materia.
Por lo tanto, podemos afirmar que existen los medios, la tecnología y los recursos para seguir caminando en la senda de la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente. Este respiro temporal que le hemos dado a la Tierra no puede quedar en vano. Gobiernos, empresas y ciudadanos tenemos que seguir invirtiendo en nuestro planeta, para poder asegurar los recursos y la vida en general. Es un asunto crítico. No hay un planeta B.
Sí es el momento de consolidar la lucha contra el cambio climático y de ampliar los esfuerzos para conseguir un mundo más sostenible. En particular, la pandemia del COVID-19 ha reforzado la importancia del agua tanto para la higiene y salud de las personas, como para la alimentación y el consumo directo. ¿Qué más necesitamos para invertir en tecnología y proyectos que permitan que el agua llegue a todos los seres humanos?